Botafogo rompe el techo de cristal en la Libertadores
¿Quién podía pensar, apenas medio minuto después de iniciado el partido en el Estadio Monumental de Buenos Aires, que Botafogo terminaría la noche levantando el trofeo? Gregore, el mediocampista del Fogão, vio la roja directa a los 30 segundos tras una entrada a Fausto Vera. Con un jugador menos durante más de 89 minutos, el guion apuntaba a desilusión. Lo que ocurrió fue todo lo contrario.
Botafogo, lejos de achicarse, se hizo fuerte bajo la presión, donde otros podrían haberse desmoronado. El empuje del Atlético Mineiro fue feroz desde el primer pitido, apretando y generando una sensación de asedio cada vez que cruzaban la mitad de la cancha. Pero una defensa comprometida y un arquero inspirado, John, mantuvieron vivas las esperanzas del equipo de Río de Janeiro.
Pasada la media hora, una jugada rápida y precisa permitió a Luiz Henrique romper el cero con un disparo colocado, aprovechando un contraataque de manual. El estallido en el sector de los seguidores botafoguenses se escuchó por todo Núñez. Y justo antes del descanso, Alex Telles aumentó la ventaja desde el punto penal, tras una falta ingenua de la zaga mineira. A los 44 minutos, y con 10 hombres, Botafogo ya ganaba 2-0.

Atlético Mineiro no pudo con el temple de Botafogo
El segundo tiempo trajo la reacción esperada de Atlético Mineiro, afilado tras la charla en vestuarios. Eduardo Vargas, cazando un rebote tras un córner ejecutado por Hulk, puso el 2-1 y encendió las alarmas. Los hombres de Felipão asediaron el área una y otra vez, pero cada tiro era tapado por John o despejado in extremis por los defensores brasileños.
Entre la tensión, el desgaste y el empuje de los hinchas, Botafogo fue encontrando huecos al contraataque. Cuando el reloj ya marcaba el tiempo añadido, Junior Santos aprovechó la descolocación de la defensa rival para poner el definitivo 3-1. El desenlace se vivió con lágrimas en los jugadores y técnicos: la primera Copa Libertadores de la historia del club carioca era una realidad.
El entrenador Artur Jorge celebró con una calma que contrastaba con la euforia general: su planteo táctico, forzado por la expulsión, fue clave para sostener la ventaja y no renunciar al ataque. Y así, la noche en Buenos Aires terminó con Botafogo abrazado a la gloria, ganando también el pase directo al próximo Mundial de Clubes.
Para los seguidores del Fogão, este es un hito largamente esperado. Botafogo, caracterizado normalmente por la historia de grandes nombres y ocasionales decepciones continentales, finalmente toca el cielo. Nada pudo frenarles, ni siquiera una roja temprana, ni la presión de un gigante. El fútbol sudamericano tiene nuevo campeón, y ahora todos miran al blanco y negro del Río de Janeiro.